Roma asumió el control de las explotaciones auríferas cercanas y de su traslado hasta la metrópoli, lo que explica este primer asentamiento militar y la posterior decisión de situar en Asturica la capital de la demarcación administrativa romana desde el Cantábrico al oeste del valle del Duero.
La fortificación que vemos está compuesta de dos fosos de sección en V, paralelos y exteriores, del tipo fossae fastigatae. Se excavaron en la grava natural del escarpe del cerro en que se asienta la ciudad para incrementar su efectividad defensiva.
Hacia el primer tercio del siglo i d.C., el foso interior se inutilizó y se inició la construcción de una muralla de piedra que protegería la ciudad. Esta muralla inicial contó con torres circulares, una de las cuales se cimentó en el foso, invadido también por los primeros edificios de la urbe y las redes de calles y sanitarias. Más tarde, en época Flavia, esta primera fortificación fue abandonada y la ciudad extendió su superficie abrazada por otra defensa de piedra de historia más longeva.